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lunes, 18 de mayo de 2015

Y ahora ¿qué?

No confío en los finales fáciles, en el dolor agradable,
en las despedidas alegres diciendo adiós desde la ventana.
En el caminar sobre ruedas, en las aguas tranquilas
ni en las esquinas redondas.
No confío en ningún para siempre, en palabras huecas
ni en los rostros sin arrugas
de risa o preocupación.
En el silencio pactado ni en el ruido forzado, en el devenir,
en el ya veremos ni en el ya lo haremos.
No confío en la estadística, en los discursos,
en los apretones de manos equidistantes a las corbatas.
No confío en la suerte porque siempre llega tarde,
en los vendedores de humo,
en los ladrones de estabilidad,
en los magnates de cifras
en los traficantes de sueños.
No confío en los criaderos de mentiras
donde les alargan las patas
y se vuelven más sofisticadas.
¿Qué vas a venderme ahora
que no se escurra entre los dedos,
que no caduque,
ni lleve un mensaje bomba en la cara B?
No confío. Ni lo intentes.




martes, 12 de mayo de 2015

Propósitos

Hoy me siento en el deber inexcusable de esconderme
quise decir, más bien, de resguardarme
de la tormenta que me acecha y cuando escampe
chapotear sobre los charcos de la ausencia.
 
Paréntesis, instantes a cobijo
del frío que se acerca en la tangente
y hiela en la distancia de unos ojos.
 
Sin versos que abriguen los momentos
saberme vulnerable a la derrota
y al mundo que con ella se perfila.

Parapetarme con letras y  papeles
y dejar que llueva a mares
con mis armas, tinta y besos,
en el arca.

Voy a remar por tu mar entero
para beberme la sal
que aconsejaba la huida.


 
 

sábado, 9 de mayo de 2015

Con el colador al aire

Me gusta pensar que nada me duele
que la realidad carraspea antes de sobresaltarnos
que arreglaré cada juguete que se rompa en el camino
que todo irá bien.

Pero me duele
la realidad toma pastillas para la garganta
y no tengo herramientas para arreglarlo todo.

Dejaré que se cure al aire
sin ponerme otro parche que tape la herida.
De tantos parches que puse
me convertí en colador y no me dí cuenta.

sábado, 2 de mayo de 2015

La maldición


Maldigo el día en que no me queden fuerzas
para seguir queriendo gritar
para seguir buscándome
para escribir
o planear otro vuelo sin motor
en el que poder planearte.

Maldigo el día en que no sepa marcharme a tiempo
si la soledad vuelve para bailar conmigo
o vacíe mis bolsillos al llegar a casa
y no me queden tickets para otro paseo en tus orillas.

Maldigo el día en que tenga las manos tan ocupadas
que no pueda a(tenderte)
y la vista tan cansada
que sólo mire mi ombligo.

Maldigo el día en que me olvide de la gente que quiero
o de las palabras para disculparme o dar las gracias
como ese alzheimer social
que vive en la puerta de al lado.

Maldigo el día en que me resigne
creyendo que para volar alto después tendré que reptar
o lleguen los monstruos tragacolores
y me pillen con el cazamariposas enfundado.

Maldigo el día en que no se derrita el invierno
con el calor de unos besos
y el contacto con la piel
deje de ser mi amuleto.

Maldigo el día en que ya no sea,
ya no lo sea,
no sea ya…
ya no sea yo.