Golpes,
demasiado amable
posa entre mis posos,
sin perder el equilibrio
en el borde del punto,
de este punto y final.
Final,
como el día siguiente
de dos vidas después,
cuando aún siquiera sabíamos
a qué sabría la templanza.
Para qué saber el sabor,
para qué saber.
De madrugada la sonrisa blanca
despliega sus alas quebrando fragilidad,
y deja al descubierto
trozos de cascarón entre flashbacks.
A veces las caídas más dolorosas
no son desde grandes alturas.
A veces basta un silencio
para romperse todos los besos.