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miércoles, 21 de agosto de 2019

Materia oscura

Ocurre que de repente
me ausento unos segundos
que cristalizan en horas
en toda una vida las horas
de viajes a ninguna parte.

Porque viajo en cortocircuitos.

Un párrafo se diluye,
se atropella el pensamiento encallando
en un iceberg-palabra
de cualquier conversación
sin darme cuenta.
Desaparezco.

Atención.
Fallo del sistema.
Agujeros negros en la cabeza.

Soy esa pequeña galaxia
de un universo imperfecto
o sólo un planeta verso que juega
a rimar la memoria con materia oscura.

¿En qué piensas?
En nada...
No puedo ser más sincera.

Agujeros negros.

Remolinos aspirando los recuerdos
que vertebran mi línea de vida.

En nada...
y bombear simetría
para rescatar el oxígeno.

Para respirar aquí otra vez
entre la disociación y el olvido
haciendo en la orilla del tiempo
castillos de ahora.

















Donde duele levantarse en cada vértebra

Podría ser el título de una canción.
Pero no hay música.
Es sólo lo que ocurre de madrugada
cuando alguna noche, sin avisar,
el pasado se cuela entre mis sábanas.
Volver a acariciar con los ojos cerrados
el ombligo de tu silencio.
Otra fase en los ciclos del sueño,
y sin permiso, tu imagen como un polizón
deambulando entre fragmentos.
De golpe y tan real, tu voz.
Tu huella estampada en mi subconsciente,
en la ficha policial de mis antecedentes carnales
sujetando la profecía entre las manos.
De frente y de perfil, el número de hostias
que aún me quedaban por darme.
Mi yo menos real
cuando miraba el mundo
desde el asiento del copiloto
de una vagoneta oxidada,
recorriendo la montaña rusa de tus dudas.
Después, me oxidé yo
al contacto con la falta de aire.
Todo se deslizaba entre la breve calma
del recreo del abrazo de tus piernas
y la caída en picado cuando
volvías a proponerme jugar al escondite.
Abro los ojos y es de día de mil años después,
y comprendo por qué odio las montañas rusas desde que aprendí  que se podía querer de frente sin asfixiarse,
sin bailar cada minuto con un pie en tí y el otro en el borde del precipicio.
Pero esta noche, Do REM Mi Fa(tal),
volviste a arrastrarme a la vagoneta.
Suenas desafinada, y sé que hoy me va a doler levantarme. En cada vértebra.







sábado, 17 de agosto de 2019

Sólo las paredes lloran

Brilla el sol, 
y en la calle la vida sigue
orquestando sonidos, 
al compás de la cálida
batuta de sus rayos.

Contrasta el bullicio en las aceras
con el silencio de un portal
que se descascarilla
en humedades.

La prisa en el ascensor tropieza
con un par de frases de cortesía
mirando cambiar absortos, 
los números en la pantalla.

En cada planta
a cal y canto, 
colmenas.

De papel los tabiques
de oídos sordos, 
y de miradas veladas,
la estructura.

Hace tiempo
que la suya, 
no se abre.

La escalera es testigo
del paso de los días
sin movimiento.
Nadie más se percata.

Quietud.

En el rellano,
los zumbidos de otras llaves, 
otros cerrojos, 
otros portazos.

Silencio.

La textura de la soledad
se descompone desapercibida.

En el rellano,
un olor fétido
camuflado con los perfumes
de la premura hacia el trabajo.

La vida sigue, como si nada.

Sólo la escalera sabe.
Sólo las paredes lloran.














miércoles, 14 de agosto de 2019

Sin nombre

No es de nadie
susurro
responsabilidad de mano en mano
se apaga
el llanto de un niño
latidos
nadie va a recordarlo
sin nombre.

Palabras tripulando
silencio
si no es pronunciado no existe
la vida
en mares de conciencias sedadas
se ahoga.

Cumplir con las leyes
creadas
a medida por los sastres
del reino
la moralidad y la guadaña
intactas
a muertes kilómetros del puerto
aguardan.

Apenas escuece
la sal
en las heridas de Europa
vergüenza
se hunde entre algas
orgullo
de haber sido humanos
un día.


lunes, 12 de agosto de 2019

Loba

I.

Sigo las marcas de la bestia
en una tormenta de nieve.

Tan absurda es esta búsqueda
como perseguir la calma

                              ...nada encuentro.

II.

Un zumbido permanente
en los oídos
es mi consuelo.

Alguien en algún lugar,
dicen,
está pensando en mí.
Ojalá fuera cierto.
Pero es su aullido rasgado
resonando en mi cerebro.

Una loba amamantando
mis gritos inaudibles
expandiéndose en el cuerpo.

Ella les da el alimento
para que se hagan más fuertes
par(t)iendo en pedazos la noche
de un mundo domesticado.

                      Necesitamos tantas lobas...

III.

Seguir rastreando las huellas
del animal que desgarre
este cielo de cartón piedra
bajo el que nadie se alza.

Llevarse del rebaño
la oveja negra en las fauces
para hacer lana a lana
otro mundo posible.








jueves, 1 de agosto de 2019

Unakita

Hago las paces conmigo.
Por primera vez en mucho tiempo
el olor a tierra está vivo.
Me permito no asustarme cuando el día
muda su piel a constrictor
y cedo a sus caprichos de reptarme.
En las cornisas de mi cuerpo, pongo flores,
y los colores que a mí misma me dedico
adornan los balcones de mi alma.
No se reflejan pozas de sal en mis pupilas
ni hay medusas sazonadas en sus cauces.
El aire de la mañana huele a limpio
y el cielo de la noche,
a estrellas recién planchadas.
La vida huele a ganas.
A perfume de pieles, verdad,
y hojas arrancadas del calendario.
A hojas cayendo en otoño
sobre piñas secas que se quejan
con un suave crujido si las pisas.
Estoy aquí.
Peregrinando al centro de mí misma
sin maletas, sin palabras que distraigan
a la brújula buena
que me guía sin escoba y sin trucos.
Sólo siguiendo mi pulso.
Mis latidos.
Estoy viva.