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jueves, 1 de agosto de 2019

Unakita

Hago las paces conmigo.
Por primera vez en mucho tiempo
el olor a tierra está vivo.
Me permito no asustarme cuando el día
muda su piel a constrictor
y cedo a sus caprichos de reptarme.
En las cornisas de mi cuerpo, pongo flores,
y los colores que a mí misma me dedico
adornan los balcones de mi alma.
No se reflejan pozas de sal en mis pupilas
ni hay medusas sazonadas en sus cauces.
El aire de la mañana huele a limpio
y el cielo de la noche,
a estrellas recién planchadas.
La vida huele a ganas.
A perfume de pieles, verdad,
y hojas arrancadas del calendario.
A hojas cayendo en otoño
sobre piñas secas que se quejan
con un suave crujido si las pisas.
Estoy aquí.
Peregrinando al centro de mí misma
sin maletas, sin palabras que distraigan
a la brújula buena
que me guía sin escoba y sin trucos.
Sólo siguiendo mi pulso.
Mis latidos.
Estoy viva.

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