Desde esa indiferencia bien subrayada,
por si acaso osase durante un instante
olvidar la posición que ocupa ella en el tablero,
crecen las ganas de sostener la sonrisa
y retirarse, sabiendo desde las vísceras,
cuando resulta monótona la partida.
Nunca olvida donde no llegarán
alfil, peón ni caballo,
ni ganas de sacar la reina,
reservada siempre,
para quien sabe verla.
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