cuando la realidad juega a esconderse,
de un plumazo
se pierde el equilibrio
al contacto de su soplido en la nuca.
Si se nubla la sonrisa
por un imprevisto clavado en la carne
con aguijón prestado,
la capacidad de mantener
cérea la postura,
se desvanece.
Entonces, apenas consigo levantarme,
o ni lo intento siquiera,
acomodada a ras del suelo
para que no giren sobre mí
vertiginosas,
las paredes de la vida que he perdido.
Declarado el corazón en situación de calle,
que se calle la razón
mientras apilo los recuerdos
o me drogo con poemas a escondidas,
tratando de encontrar, sin conseguirlo,
en que momento comenzó la zona cero.
A corazón abierto, ante la interperie de la vida, con la incertidumbre de no saber o no querer avanzar.
ResponderEliminarMe gustó mucho lo de drogarse con poemas a escondidas, es como una cura sin remedio pero que tranquiliza.
Un saludo.
Al menos nos queda la poesía cuando lo demás se tambalea... Y no es poco.
ResponderEliminar;)