y en la calle la vida sigue
orquestando sonidos,
al compás de la cálida
batuta de sus rayos.
Contrasta el bullicio en las aceras
con el silencio de un portal
que se descascarilla
en humedades.
La prisa en el ascensor tropieza
con un par de frases de cortesía
mirando cambiar absortos,
los números en la pantalla.
En cada planta
a cal y canto,
colmenas.
De papel los tabiques
de oídos sordos,
y de miradas veladas,
la estructura.
Hace tiempo
que la suya,
no se abre.
La escalera es testigo
del paso de los días
sin movimiento.
Nadie más se percata.
Quietud.
En el rellano,
los zumbidos de otras llaves,
otros cerrojos,
otros portazos.
Silencio.
La textura de la soledad
se descompone desapercibida.
En el rellano,
un olor fétido
camuflado con los perfumes
de la premura hacia el trabajo.
La vida sigue, como si nada.
Sólo la escalera sabe.
Sólo las paredes lloran.
no se abre.
La escalera es testigo
del paso de los días
sin movimiento.
Nadie más se percata.
Quietud.
En el rellano,
los zumbidos de otras llaves,
otros cerrojos,
otros portazos.
Silencio.
La textura de la soledad
se descompone desapercibida.
En el rellano,
un olor fétido
camuflado con los perfumes
de la premura hacia el trabajo.
La vida sigue, como si nada.
Sólo la escalera sabe.
Sólo las paredes lloran.
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