Las texturas cambian
según la dosis de realidad
aplicada.
Sin dosificar, desgarra.
Y no se cosen los jirones
con las sonrisas estúpidas
que viven al otro lado de mi epidermis.
Hoy no sangran las estrellas
por la vereda del universo,
ni se desbordan los acuarios
o los océanos cuando te marchas.
Pero amanece vacío.
Húmedo, pegajoso,
plomizo.
Vencido,
bajo el peso muerto de los silencios
cuando se impregna el pesar
en la almohada del alba.