Cerca de casa, llegando al cruce
de tu impaciencia,
la primera hostia en la frente.
Como un enjambre el silencio
aguijoneando las pieles,
previamente en carne viva.
Ausencia.
Girar la llave y al abrir,
los mordiscos de los monstruos
que custodian tu recuerdo,
devorándonos.
Vértigo.
Y detrás del umbral de lo que siempre
fue refugio y santuario,
el tiempo detenido.
Tus huellas,
arrugados los bordes de tu descanso,
algún juguete abandonado en un rincón
esbozando un bodegón improvisado.
Vuelco.
Derrumbarnos al dejar las llaves
y liberar el dolor,
desgarrarnos sin amordazar el llanto
para aflojar un poco la presión
antes de que el corazón estalle.
Bombeo.
Y sin pretenderlo, darnos cuenta,
de que los colores,
las texturas y las paredes,
vibran distinto.
Con un pedacito menos,
en otra frecuencia cardíaca.
Vacío.
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