El feminismo rompió la tubería
que acumulaba el hediondo desperdicio,
emparedado desde hace siglos
entre silencio y vergüenza.
Y gota a gota, año tras año,
veo desfilar ante mis ojos
mujeres de todos los colores,
apagadas.
Medicadas, doloridas,
angustiadas, malheridas,
con la espalda deformada
de cargar con el sistema.
No hay pastilla efectiva
para los efectos secundarios
de estar casada
con quien produce los síntomas.
No hay consuelo para el llanto
tanto tiempo contenido,
por todo lo que enterraron sin saber
que el primer consentimiento dado,
fue su primera sentencia.
Ningún sí es absoluto.
Ninguno, irrevocable.
Pero la libertad sana
con efecto retroactivo.