La noche emerge en tus pupilas
con una dentellada en el costado,
se desprende la carne,
opaca la materia.
No me ves.
Desde el lado externo
de la hendidura aún fresca,
te asomas al abismo para enfocar,
difusos los bordes,
calibrando la mirada.
A contracorriente nadan
insurgentes las manos por mis latidos,
se agotan, se dejan morir,
desembocando en otras heridas.
¿Sabes? no es cierto que el cielo
se haya vuelto negro.
Sigue siendo azul al otro lado.
Aunque tú no lo veas,
más allá de las nubes.
Más allá de la carne,
aunque tú no me veas.
Hermoso poema. Que tengas un excelente 2020.
ResponderEliminarY a seguir escribiendo.
Gracias Gabriela. Un abrazo.
ResponderEliminar