Ríen.
El eco de sus risas resuena
en la misma ventana en la que
hasta hace muy poco,
retumbaban como vítores aplausos,
como salvas ovacionales y fúnebres,
de reconocimiento alternado con rutina.
Ahora ríen,
borrado el horror
de sus embrionarios circuitos,
como si para ellos el mundo
se hubiese parado
justo enfrente de los bares.
Al otro lado del cristal,
acompaño los minutos
que cada sesenta lágrimas
hacen saladas las horas
de despedidas que no sucedieron.
A este lado de la línea,
sostengo las palabras
y los silencios,
de todas las familias
en las que aún retumba la ausencia,
y la rabia en el segundero de las heridas,
se detiene,
contrastando con el bullicio
de los brindis
de un mundo que sigue su curso.
Arrebatadoramente cruel,
superficial y esperpéntico,
fluye entre terrazas
y mascarillas salva multas
al cuello,
la "nueva normalidad".
Y todo vuelve a girar,
como si nada.
Y nada consigue que hoy,
me siga sintiendo parte.
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