Una y otra vez se apaga.
Pese a mi persistencia y mi técnica,
pese a la leyes de la física y la lógica,
se apaga.
Sin ninguna razón aparente
más allá de que las cosas pasan,
ajenas a nuestros deseos,
a pesar de nuestros esfuerzos
inevitablemente,
suceden.
Y sin embargo lo obvio
se torna en interrogante
que repta y aprieta y ahoga,
multiplicado por sus pupilas.
La respuesta siempre estuvo disponible,
a pesar de nuestra insistencia en forzar.
Solo había que soltar y dejar ser.
Solo había que parar para secarse el sudor.
Y observar como prende sin más, cuando hay oxígeno.