Vuelvo a la realidad de manera intermitente.
La realidad me gusta, pero cuando me transporto siento que podría despegar.
En el segundo en que se me olvida dónde estoy,
faltan unos milímetros para dar el paso,
pero no lo doy nunca.
La fantasía es engañosa, intangible,
no se puede acariciar la nada.
A escasos milímetros de la acción,
me asalta el vértigo y necesito escapar.
Y entonces vuelvo.
Y está bien, y me congratulo por haber detenido el espacio...
unos instantes.
Enseguida noto desde los pies
cómo vuelven las ganas de despegar
en otro vuelo perfecto sin motor
directa al abismo del autoengaño.
Muy bueno...si el autoengaño termina en poema ;P
ResponderEliminarUn besazo, guapetona.