La noche tiene una camada
de recovecos oscuros en los que me pierdo,
tiene los rincones tristes y desconsuelo
en los ojos más solitarios del mundo.
Ojalá no des con suelo,
porque tiene el más mugriento
en el que pude arrastrarme,
el suelo más abyecto
por el que me arrastraré jamás.
Descompone por igual
las vigilias y los sueños,
los amores pasados,
los desamores presentes,
la carne quemando la carne.
Viste un quejido roto
pidiendo que no amanezca,
para no tener que enfrentarnos
a las arrugas del alma con luz.
Huele a orín y desengaño
a penitencias profanas
a náuseas desde el recuerdo
a bares que abren sus puertas
mientras se cierra el espacio...
...en el que suplicar otra mirada.
De los ojos más tristes del mundo
en los que vernos inviernos,
eternamente insomnes
eternamente lejos.
Hoy no ha llovido, y echo de menos la excusa de sus gotas, para camuflar mi tristeza. Solo calma la angustia muda un cigarrillo tras otro. La mece, con su nana de alquitrán. Y mientras aspiro humo, no husmeo en mi letargo, y mientras lo expulso, excarcelo mis abismos. Sin lluvia, con mi nana, anestesio los momentos.
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lunes, 22 de junio de 2015
domingo, 21 de junio de 2015
He preferido que no duela
He preferido no nombrarte,
para poderme ir de puntillas
sin despertar la posibilidad
de que volvieras a rematarme.
He preferido no mirarte,
para pasar inadvertida
por tus ojos y los del mundo.
He preferido no besar, no besarte,
para no acostumbrarme aún
al sabor dulzón de la sangre
porque recrea dependencia.
He preferido apartarte
como si no fueras parte de mí,
y la evitación ha sido el irrefutable alimento
para el monstruo que gestaba.
Pero ahora estoy aquí, para nombrarte,
para mirarte a los ojos, dolor,
para besarte, y caminar de tu mano
hasta donde podamos llegar.
Hoy voy a deshacer el atajo
que inventé para acortar la distancia
de mis besos a tu olvido.
para poderme ir de puntillas
sin despertar la posibilidad
de que volvieras a rematarme.
He preferido no mirarte,
para pasar inadvertida
por tus ojos y los del mundo.
He preferido no besar, no besarte,
para no acostumbrarme aún
al sabor dulzón de la sangre
porque recrea dependencia.
He preferido apartarte
como si no fueras parte de mí,
y la evitación ha sido el irrefutable alimento
para el monstruo que gestaba.
Pero ahora estoy aquí, para nombrarte,
para mirarte a los ojos, dolor,
para besarte, y caminar de tu mano
hasta donde podamos llegar.
Hoy voy a deshacer el atajo
que inventé para acortar la distancia
de mis besos a tu olvido.
jueves, 18 de junio de 2015
Incandescencia
Queríamos ser incandescentes,
quemar bosques enteros
de heridas centenarias.
Prenderle fuego al dolor
con ígneas alas posándose
en ramas de miedos.
Sobrevolar la certeza
de las cortezas dañadas
y repoblarlas.
Inocente incandescencia
que no supo prever las cenizas.
quemar bosques enteros
de heridas centenarias.
Prenderle fuego al dolor
con ígneas alas posándose
en ramas de miedos.
Sobrevolar la certeza
de las cortezas dañadas
y repoblarlas.
Inocente incandescencia
que no supo prever las cenizas.
domingo, 14 de junio de 2015
Humedades
I.
Hay humedades en el sótano de los recuerdos,
enmoheciendo las ganas,
rancia ya la sonrisa.
Me tropiezo con la sombra de los abrazos fríos,
pieles gélidas de hojalata levantada
que desgarran la carne,
y el cobijo de esqueletos de huesudas alas.
¿Cómo no volar del nido marchito,
de la densidad del aire viciado
que surcaban aquellas miradas?
II.
Hay rayos de sol reptando por los cimientos,
como soldados de papel que haciendo maniobras
acortan las distancias.
Me tropiezo con una caricia hambrienta
en el refectorio de tu sonrisa,
fundiendo la carne apenas con un roce.
¿Cómo no volar directa al aire fresco
de cada pestañeo de ese instante
que construye sobre humedades nuestro nido?
Hay humedades en el sótano de los recuerdos,
enmoheciendo las ganas,
rancia ya la sonrisa.
Me tropiezo con la sombra de los abrazos fríos,
pieles gélidas de hojalata levantada
que desgarran la carne,
y el cobijo de esqueletos de huesudas alas.
¿Cómo no volar del nido marchito,
de la densidad del aire viciado
que surcaban aquellas miradas?
II.
Hay rayos de sol reptando por los cimientos,
como soldados de papel que haciendo maniobras
acortan las distancias.
Me tropiezo con una caricia hambrienta
en el refectorio de tu sonrisa,
fundiendo la carne apenas con un roce.
¿Cómo no volar directa al aire fresco
de cada pestañeo de ese instante
que construye sobre humedades nuestro nido?
jueves, 11 de junio de 2015
El ciclo
Tus filamentos se abren, se desdibujan
en la agonía muda de otro misterio.
Sin resolver, me detengo.
Sin resolverme.
Escucho áridos gritos hacia dentro.
Que me detienen.
Por ser o nombrar. Por nombrarte.
Y en la celda de un discurso
lleno de nuevas mentiras,
tus filamentos.
Se abren.
Y me atraviesan.
En la agonía muda de otro misterio.
en la agonía muda de otro misterio.
Sin resolver, me detengo.
Sin resolverme.
Escucho áridos gritos hacia dentro.
Que me detienen.
Por ser o nombrar. Por nombrarte.
Y en la celda de un discurso
lleno de nuevas mentiras,
tus filamentos.
Se abren.
Y me atraviesan.
En la agonía muda de otro misterio.
Confía
Vierto en la azotea de las ansias
un poco de la sed que hoy me desborda
será que la marea de uno mismo
no sabe regular sus argumentos.
Tímida saluda la deriva
con su vaivén de aleteos descoordinados
despertando al temible interrogante
y posándose después en nuestras manos.
Huir
Volver
Volcar
Beber
Poder.
Errar
DudarDecidir
Volar
martes, 9 de junio de 2015
Hambre
Sonrisas puntiagudas se deforman
tras los cristales del hambre.
Bajas la persiana tan rápido
que te acabas pillando los dedos.
Hoy te va a doler aplaudir
tu propia indiferencia.
sábado, 6 de junio de 2015
Elemental
Era mucho más sencillo.
Sólo el transcurrir de los días,
levantar la persiana y ver el sol
y cuando él no estaba, alabar las nubes.
Sólo era escuchar los biorritmos
que habíamos enterrado en despertadores,
tuppers, prisas y microondas.
Sólo era bajar un poco el sonido de la rutina
para poder escuchar los latidos
o el murmullo de la sangre
mientras recorre las venas.
Sólo era estar a solas conmigo sin carabina de angustia
y el milagro del tiempo transcurriendo más lento,
como si le costara despedirse.
Sólo era parar, observar la vida
desde la ventana que no da al patio de vecinos
y disfrutar la suavidad de los instantes,
sin condiciones.
Sólo el transcurrir de los días,
levantar la persiana y ver el sol
y cuando él no estaba, alabar las nubes.
Sólo era escuchar los biorritmos
que habíamos enterrado en despertadores,
tuppers, prisas y microondas.
Sólo era bajar un poco el sonido de la rutina
para poder escuchar los latidos
o el murmullo de la sangre
mientras recorre las venas.
Sólo era estar a solas conmigo sin carabina de angustia
y el milagro del tiempo transcurriendo más lento,
como si le costara despedirse.
Sólo era parar, observar la vida
desde la ventana que no da al patio de vecinos
y disfrutar la suavidad de los instantes,
sin condiciones.
viernes, 5 de junio de 2015
Ejecución a la carta
Hay una cuerda invisible entre mi equilibrio y tus caderas.
Estrangula cuando se tensa, pero no consigo cortarla.
Hay un instante en el aire, no nombrado,
entre mis vértices y tus escápulas,
carbonizándose mudo en cada giro improvisado.
Hay un vil recato, más que bastón, garrote,
en el que apoyo mi temple para atravesarlo despacio.
Hay una cuchilla afilada por la que camino a diario,
decapitadora de sueños mientras finge que acaricia.
Hay una silla vacía en el lagrimal del silencio
que me invita a que me vaya
o a que me empadrone en sus fauces.
Residir en el lado amargo de la derrota
en la cara amable del desconsuelo
en las líneas de las manos del viento del norte.
Y brindar por otra noche que evoque
un instante hecho de humo
que perjudica seriamente la salud
y se esfuma entre los dedos.
Estrangula cuando se tensa, pero no consigo cortarla.
Hay un instante en el aire, no nombrado,
entre mis vértices y tus escápulas,
carbonizándose mudo en cada giro improvisado.
Hay un vil recato, más que bastón, garrote,
en el que apoyo mi temple para atravesarlo despacio.
Hay una cuchilla afilada por la que camino a diario,
decapitadora de sueños mientras finge que acaricia.
Hay una silla vacía en el lagrimal del silencio
que me invita a que me vaya
o a que me empadrone en sus fauces.
Residir en el lado amargo de la derrota
en la cara amable del desconsuelo
en las líneas de las manos del viento del norte.
Y brindar por otra noche que evoque
un instante hecho de humo
que perjudica seriamente la salud
y se esfuma entre los dedos.
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