He preferido no nombrarte,
para poderme ir de puntillas
sin despertar la posibilidad
de que volvieras a rematarme.
He preferido no mirarte,
para pasar inadvertida
por tus ojos y los del mundo.
He preferido no besar, no besarte,
para no acostumbrarme aún
al sabor dulzón de la sangre
porque recrea dependencia.
He preferido apartarte
como si no fueras parte de mí,
y la evitación ha sido el irrefutable alimento
para el monstruo que gestaba.
Pero ahora estoy aquí, para nombrarte,
para mirarte a los ojos, dolor,
para besarte, y caminar de tu mano
hasta donde podamos llegar.
Hoy voy a deshacer el atajo
que inventé para acortar la distancia
de mis besos a tu olvido.
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