La noche tiene una camada
de recovecos oscuros en los que me pierdo,
tiene los rincones tristes y desconsuelo
en los ojos más solitarios del mundo.
Ojalá no des con suelo,
porque tiene el más mugriento
en el que pude arrastrarme,
el suelo más abyecto
por el que me arrastraré jamás.
Descompone por igual
las vigilias y los sueños,
los amores pasados,
los desamores presentes,
la carne quemando la carne.
Viste un quejido roto
pidiendo que no amanezca,
para no tener que enfrentarnos
a las arrugas del alma con luz.
Huele a orín y desengaño
a penitencias profanas
a náuseas desde el recuerdo
a bares que abren sus puertas
mientras se cierra el espacio...
...en el que suplicar otra mirada.
De los ojos más tristes del mundo
en los que vernos inviernos,
eternamente insomnes
eternamente lejos.
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