Me derrito en cada segundo que avanza
la tarde, gota a gota de sales perdidas
y sudas entradas, resbalando a hierro y fuego
por cada poro que forja otro instante a unos milímetros.
No soy de hierro.
Lanzarme de cabeza y de memoria
por el tobogán de tus caderas
hasta la piscina masificada
de urbanizaciones de ganas,
y refrescarme salpicando como una loca
la orilla del otro lado de tu mirada.
Sube aún más la temperatura
cuando oigo ese zumbido cerca,
y descubro ya clavado el aguijón
que dispara la fiebre séptica,en vena(nado)
con más ganas y sin manguitos.
Pero no baja.
Más calor. De asfalto seco, y madrid enfermo,
de ola africana, de hola ¿estás sola?
en urbanizaciones de ganas.
Calor de cuarenta y tantos años,
y de cuarenta y pocos grados,
de grados veteranos y alcohólicos,
destilando por la piel y por la casa,
y por la fantasía de echarte un pulso,
a césped o a sábanas.
Y sudar a grados y encontrar las sales
nadando en cada gota piel,
de agua o cosquillas, mundos.
Buceo.
Acompasar el oleaje a tu marea,
sudar contigo, en tí, o sudar sola,
y a los que miran y murmuran
desde el bordillo...que les jodan.
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